Sentada al fresco en el rellano de la puerta,
llega hasta mi, a través del postigo,
el ronquido vibrante del viejo molinillo.
El ritual del café comienza.
Unas manos arrugadas hacen girar la manivela,
esos granos, rojos y redondeados en su juventud,
se tornan negros después de ser tostados,
ahora, molidos para saciar momentos.
Sobre las brasas de la lumbre incandescente,
reposa ese puchero inigualable,
quemado en su base pero con solera,
coronado para guardar intacto el alma,
de esa pócima negra que alberga cada día.
Casi puedo ver el olor que emanas,
mientras rechina el fuego y murmullea el agua.
tu contundente aroma, impregna mis sentidos,
me seduces,
despiertas en mi la gazuza de probarte.
Puedo ver tus preciosos tonos que la luz difumina,
pleno de matices, te viertes chorreando,
sobre esa taza de loza cascada,
abrazada por mis manos,
con la intención de robar el calor que trasmite.
Con solemnidad pero vagamente,
en una ceremonia monótona y precisa,
agrego esos pedacitos de cristales diminutos,
quizás por costumbre,
o quizás, para endulzar las palabras que vienen contigo,
historias guardadas en un rincón de la alacena del subconsciente,
que se remueven a la vez de la cucharilla combada.
Siempre ahí, a cualquier hora,
abrasador o helado,
a veces ligado con ese líquido blanquecino,
con chorrete de licor otras aderezado,
costumbres que rozan lo revenío,
pero con la esperanza de que no caduquen nunca.
Cimbrea el humo ante mis ojos
uniéndose al del cigarro que reposa entre cenizas,
haciendo el amago de beber me lo acerco,
mojo los labios lentamente,
su amargor se duerme en mi boca,
aspiro, entorno los párpados,
se para el tiempo.....
Me absorbes por completo,
mi paladar te necesita, te espera,
eres mi vicio.
Provocador de insomnio te llaman,
más bien creador de sueños diría yo,
inspirador de tantos amaneceres,
aceleras el pulso de quien te toma,
provocas suspiros, ilusionas almas.
Solo tu eres poseedor de mis secretos,
contemplaste cómplices miradas,
solo ante ti fui capaz de admitir mis errores,
dudo si provocaste mis lágrimas, o te las tragaste.
Nunca mides los tiempos de charla,
sin intención, excitas la penumbra del momento,
gracias por arroparme tantas veces,
fiel compañero.
En los posos del fondo de cada pucherete,
queda escondida la esencia de cada historia transcurrida,
con anhelos, vivencias y soledades,
pero protegida por la membrana del recuerdo.
Y como decía el Che': "Si no hay café para todos, no habrá para nadie."
(Con todo mi cariño y agradecimiento a @Netleandro4)
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