Era otro amanacer esplendoroso, impregnado de eso que llaman alegría. El cielo ya mostraba su azul, sencillamente hermoso, por lo suave y apastelado. Empezaba a definir la vieja alberca, esa que a veces era fosa mohína y cenagosa y otras, reconfortante con el sonido del paso de aguas limpias, ...muy nazarí
Allá, un gallo se desgallitaba; no muy lejos, el pequeño mastín ladraba revolotenando con las gallinas ...todo parecía una venganza en el patio, una rebelión en la granja que nunca llegó a ser, sin embargo la fragancia de jazmines y nísperos anunciaban el oráculo de ser la primavera, la primera vez.
Todo esto a penas lo percibía visualmente, eran mis otros sentidos, olfato, oído, ...y la sensibilidad de la piel que había estado compartida. Tan sólo un tragaluz separaba el nido de la realidad.
Recuerdo esto con los parpados cansados, rojizos del roce de mi mano sobre ellos para incitarles a que sigan abiertos, que dejen de sangrar...
Ya no tienen las arrugas propias de mi edad, más bien parecen maquillados.
Entonces pienso el tiempo perdido en no ver, tocar, oler revolotear con la realidad en lugar de estar constántemente en el nido...
Con voz apagada y con la rabia contenida, colocando mis manos temblorosas sobre mi rostro me digo, te vas, me fuí, no pasamos del nido, no traspasamos el tragalúz.
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