Belén, esperaba a Viceverso, su
marido, ‘relaxintándose’ torpemente en el columpio que había en el porche de la
mansión de sus padres, los Puedez de Librajos. Viceverso venía de cazar
urogallos del estanque, con su escopeta al hombro y varios colibríes colgados
de su canana.
-Veo que has matado un montón de
bichos -dijo ingenuamente Belén.
-Tú sí que eres un bicharraco
-contesto con sorna nuestro héroe, cagándose en los progenitores de Belén en
voz baja.
-Te he oído --dijo pícaramente-, y no
pienso olvidar ese insulto. A no ser que me des un besito en los labios.
Belén bajó del columpio y se puso
frente a Viceverso con los labios vueltos hacia fuera y los ojos cerrados.
Viceverso dio un
paso hacia atrás, se llevó la escopeta al hombro, apuntó minuciosamente y
disparo. Los plomos pasaron por encima de la cabeza de Belén deshaciéndole la
permanente.
-Pero
que haces pedazo de...
Belén no tuvo tiempo
de decir alcornoque (o cabrón), pues Viceverso disparó de nuevo, y esta vez fue
la cabeza entera de Belén la que se deshizo.
El perro de Viceverso, un foxterrier
venido a menos, pero con pedigrí, se lanzó a por la pieza abatida agarrándola
del cuello y llevándosela a Viceverso, él
agarro a Belén y la colgó de la canana junto a los colibríes, como si
fuera un pajarraco mas. Dejo las piezas a cargo de los cocineros, y se sirvió
un licor de alcachofa como aperitivo.
El chef tuvo que emplearse a fondo
para darle a Belén un aspecto apetecible.
"Urogallos a
la librojana con fondue de grulla real", un plato que fue aclamado por los
Condes de Librajos, que alabaron el buen gusto de Viceverso abatiendo piezas
tiernas, a la vez que se lamentaban amargamente por la pérdida de su única
hija, aunque grulla.
A volar...
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