Fernando, Fernando, que vienen los de Palencia, mis primos de Palencia, con los niños. No los veo..., no se, desde la boda de Petri por lo menos, no sabes la ilusión que me hace y en estas fechas además, tendremos que poner una mesa más, porque estrecharnos más ya me va a parecer excesivo, aunque podríamos poner una mesita al lado de la principal para que comieran los pequeños y quizá hacerles un menú especial para niños; no me pongas esas caras Fernando, no va a representar más trabajo y además yo lo hago muy a gusto. Ah, y otra cosa, tienes que arreglar lo del río del belen, no luce nada con el agua estancada y ya sabes que mi prima de Palencia no tiene muy buena lengua y luego va con el cuento de que somos muy dejados y mi tía se la guarda y la suelta a las primeras de cambio. Bueno, otra cosa, que estamos en Navidad y no hay que criticar. Tu hermano trae el vino y mi hermana el champán, a ver con que vino se descuelga, que el año pasado que vinieron los de Ariza, pasé un apuro tremendo, porque Juan Ariza que es tan puñetero dijo aquello de que él no bebía cadáveres con aspecto de vino; porque el champán de mi hermana era como si fuese frances , que nadie dio ni una queja..., Ay, Fernando, que feliz soy, dame un abrazo muy fuerte, no se que haría sin tí, sin tu calor; es que te parecerá mentira pero tus abrazos, tu calor, tus besos me dan la vida. Bueno ya está bien de ponernos sentimentales que quedan muchas cosas por hacer , venga a trabajar que se nos echa el tiempo encima y esta noche tiene que quedar todo como si, iba a decir, como en un restaurante de cinco tenedores, pero eso sería poco, va a quedar todo de hogar feliz, contigo al lado. No se que sería de mi.
-Me han llamado, soy el marido de Josefa, ¿ha habido alguna novedad?
-Ahora viene el médico, espere un momento.
Fernando se frotaba nervioso las manos, retorciendoselas con rictus de ansiedad insufrible, mientras espera que apareciese el médico de la UCI.
-¿Don Fernando?
-Diga, ¿alguna mejoria? dígamelo, diga algo, por dios.
-Esta mañana ha estado muy inquieta, el ritmo cardiaco se alteraba sin razón aparente. Se le hizo un electroencefalograma y era atípico también, como de excitación extrema, como de alerta ante una situación extrema. Interpretramos que eran signos de que el final estaba cerca.
Fernando interrogó con la mirada; necesitaba que le dijesen que se iba a recuperar. Su mujer "tenía" que recuperarse. Al fin el médico le sujetó por los hombros instandole con su gesto a que se tranquilizase. Cuando Fernando dejó humillar los hombros, el médico explicó.
- Se que es una decisión dificil y más en este día, pero después de once meses y sin mejoría y a la vista de la reacción de esta mañana, lo correcto sería desenchufar el respirador.
- Pero -repuso Fernando- no responde a nada, de nada, no se, en otro hospital...
-Créame que lo siento, no hay lugar en el mundo donde puedan hacer algo más. La comisión de ética ha deliberado y lo ético en esta situación...
-Y si me niego...
-Le dariamos el alta y bajo su responsabilidad usted se la llevaría donde quisiera..., créame un 24 de diciembre es muy duro para mí tener que decirle esto -acompañó la última frase de un apretón en brazo como para acompañarle en solidaridad.
Fernando hizo todos los esfuerzos inimaginables para no romper a llorar, pero las lágrimas eran tenaces y le desbordaban los parpados y le hacían moquear, sin dejarle ni resollar ni responder; se repuso un poco y aún hipando pudo preguntar:
-Podría despedir..., la voz se le rompía, despedirme de ella. Siempre me decía que mis besos .y mis abrazos le daban la vida...
-Naturalmente, esté usted el tiempo que necesite para darle el ultimo adios. Lo siento.
Fernando entró al box de la UCI donde Pepa, "su Pepa", yacía inerte, sin poder tocarla desde hacía meses. El respirador le inyectaba aire en el pulmones de forma regular con un sonido acompasado haciendo que su tórax se levantase y deprimiese; el pitido del monitor cardiaco decía a cada momento que esa vida era suya. Se acercó a la cama con respeto reverencial y le sujeto la mano, fría como el marmol. No pudo remediar estallar en un sollozo ruidoso que consiguió que la enfermera que estaba en ese momento en el control abandonase respetuosa su puesto.
-Amor mio, tu no tuviste..., aquel borracho..., maldito sea, y ahora no se como voy a poder seguir respirando si tu no respiras.
Entonces en un impulso se abalanzó sobre la cama y cubrió de lágrimas y besos su cara, sujetando por la nuca la cabeza de su mujer estrechandola fuertemente entre sus brazos.
-Siempre dijiste que mis abrazos te daban la vida, pues ahora te doy mi vida para que tu vivas, no quiero seguir viviendo si tu no vives tú.
Después de una eternidad abrazando a su mujer Fernando sintió como alguien le reclamaba su atención sujetandole por el hombro.
-No se torture mas Fernando. La vida sigue. Usted no la olvidará nunca, pero tiene que seguir, por sus hijos, por sus nietos.
El médico rodeo por los hombros a Fernando empujandole hacia la salida y en ese momento el monotono pitido del monitor, se descontroló, comenzó a pitar de forma anárquica, se detuvo un interminable instante al cabo del cual retomó su ritmo, pero con más alegría, optimista. Fernando y el medico se volvieron y alcanzaron a ver como María movía dos dedos de la mano donde tenía colocado el saturímetro.
Los dos, como petrificados escucharon con claridad:
-Estará preparado todo para esta noche, Fernando, que se que eres un desastre.
-Me han llamado, soy el marido de Josefa, ¿ha habido alguna novedad?
-Ahora viene el médico, espere un momento.
Fernando se frotaba nervioso las manos, retorciendoselas con rictus de ansiedad insufrible, mientras espera que apareciese el médico de la UCI.
-¿Don Fernando?
-Diga, ¿alguna mejoria? dígamelo, diga algo, por dios.
-Esta mañana ha estado muy inquieta, el ritmo cardiaco se alteraba sin razón aparente. Se le hizo un electroencefalograma y era atípico también, como de excitación extrema, como de alerta ante una situación extrema. Interpretramos que eran signos de que el final estaba cerca.
Fernando interrogó con la mirada; necesitaba que le dijesen que se iba a recuperar. Su mujer "tenía" que recuperarse. Al fin el médico le sujetó por los hombros instandole con su gesto a que se tranquilizase. Cuando Fernando dejó humillar los hombros, el médico explicó.
- Se que es una decisión dificil y más en este día, pero después de once meses y sin mejoría y a la vista de la reacción de esta mañana, lo correcto sería desenchufar el respirador.
- Pero -repuso Fernando- no responde a nada, de nada, no se, en otro hospital...
-Créame que lo siento, no hay lugar en el mundo donde puedan hacer algo más. La comisión de ética ha deliberado y lo ético en esta situación...
-Y si me niego...
-Le dariamos el alta y bajo su responsabilidad usted se la llevaría donde quisiera..., créame un 24 de diciembre es muy duro para mí tener que decirle esto -acompañó la última frase de un apretón en brazo como para acompañarle en solidaridad.
Fernando hizo todos los esfuerzos inimaginables para no romper a llorar, pero las lágrimas eran tenaces y le desbordaban los parpados y le hacían moquear, sin dejarle ni resollar ni responder; se repuso un poco y aún hipando pudo preguntar:
-Podría despedir..., la voz se le rompía, despedirme de ella. Siempre me decía que mis besos .y mis abrazos le daban la vida...
-Naturalmente, esté usted el tiempo que necesite para darle el ultimo adios. Lo siento.
Fernando entró al box de la UCI donde Pepa, "su Pepa", yacía inerte, sin poder tocarla desde hacía meses. El respirador le inyectaba aire en el pulmones de forma regular con un sonido acompasado haciendo que su tórax se levantase y deprimiese; el pitido del monitor cardiaco decía a cada momento que esa vida era suya. Se acercó a la cama con respeto reverencial y le sujeto la mano, fría como el marmol. No pudo remediar estallar en un sollozo ruidoso que consiguió que la enfermera que estaba en ese momento en el control abandonase respetuosa su puesto.
-Amor mio, tu no tuviste..., aquel borracho..., maldito sea, y ahora no se como voy a poder seguir respirando si tu no respiras.
Entonces en un impulso se abalanzó sobre la cama y cubrió de lágrimas y besos su cara, sujetando por la nuca la cabeza de su mujer estrechandola fuertemente entre sus brazos.
-Siempre dijiste que mis abrazos te daban la vida, pues ahora te doy mi vida para que tu vivas, no quiero seguir viviendo si tu no vives tú.
Después de una eternidad abrazando a su mujer Fernando sintió como alguien le reclamaba su atención sujetandole por el hombro.
-No se torture mas Fernando. La vida sigue. Usted no la olvidará nunca, pero tiene que seguir, por sus hijos, por sus nietos.
El médico rodeo por los hombros a Fernando empujandole hacia la salida y en ese momento el monotono pitido del monitor, se descontroló, comenzó a pitar de forma anárquica, se detuvo un interminable instante al cabo del cual retomó su ritmo, pero con más alegría, optimista. Fernando y el medico se volvieron y alcanzaron a ver como María movía dos dedos de la mano donde tenía colocado el saturímetro.
Los dos, como petrificados escucharon con claridad:
-Estará preparado todo para esta noche, Fernando, que se que eres un desastre.
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