23 feb 2014

Z5


Tengo prisa.
Y me hago la composición mental: tengo que ir a la ITV, al Corte Ingles (mañana es San Valentín, joder, alguna chuchería para mi mujer, está la cosa mal pero cien euros no me van a hacer mas pobre) y ¡ah! tengo que ir a comprar plátanos para los niños.
Entro en la gasolinera. Hay poca gente. Me fijo en un Z5 (coche de mis sueños, vendería mi alma al diablo por un roadster) al que un tipo echa gasofa. Salgo del coche y me dirijo a la caseta del gasolinero.
A mitad de camino me siento como una mariposa clavada en el panel de un entomólogo. Alguien o algo me están marcando con tal intensidad que lo siento en mi nuca. Se que me están mirando pero no me voy a volver.

Dicho y hecho; me vuelvo. Es un instante, una milésima de segundo pero una eternidad en la que veo al tipo de Z5 que me clava su mirada en la mía; se sumerge sin piedad en mis ojos y me revuelve las meninges y el estomago de paso. Si hubiese venido por derecho a decirme “tío me pones, vamos a echar un polvo” no habría sido más explicito.
Estoy delante del gasolinero pero no se como he llegado desde donde me volví hasta el mostrador.
El hombre me pregunta una y otra vez que qué voy a querer pero yo necesito todas mis neuronas para procesar lo que me acaba de ocurrir. Finalmente le digo que me llene el depósito y le doy la tarjeta, él me la rechaza y me dice que primero eche la gasolina. Le digo entonces sin saber que digo que treinta litros de diesel. Me cobra, introduzco el PIN de forma automática y vuelvo al coche.
El fulano del Z5 está descaradamente apoyado contra su coche esperando no se qué (o si se qué pero me niego a saberlo).

Se que me mira y por el rabillo del ojo le veo jugar con un cigarrillo apagado en la boca. El muy cabrón sonríe y aunque me niego, me agrada que sonría y eso me pone más nervioso aún.
Acabo de repostar y veo que el del Z5 se monta y se va. Respiro aliviado. Montándome en el coche, veo que para su deportivo plateado justo en la salida de la gasolinera, al lado del STOP.

Y en ese momento se me pasa por la mente la imagen de mi mujer que se funde con otra imagen que yo creía perdida, pero que de repente aparece. El estomago nada más reeditarla se me pone por montera y no hago más que ensalivar. No doy abasto a tragar tanta saliva. Me veo con Raúl (compañero de facultad) follando como un loco en mi cuarto de la residencia; aquella noche habíamos bebido, jugueteado con el fuego de la ausencia de prejuicios y habíamos acabado en la cama. Nunca lo aclaramos entre nosotros, él tomó su camino, yo el mío y nunca nos volvimos a vernos (se que se casó como yo)
Yo había enterrado, creía yo que en cal viva, aquel sucedido y ahora de repente ese fulano con ese descaro…
 
Mi primera intención fue detener el coche al lado del suyo y liarme a hostias. En lugar de ello sentí como la entrepierna se me atirantaba. Eso era el colmo ya. Arranqué el coche como si tuviese veinte años y salí de la gasolinera quemando goma.
En el retrovisor, como en un televisor diabólico apareció el jodido BMW. Frene, él frenó, aceleré alocado; nada que hacer contra un coche que se pone de 0 a 200 en ocho segundos.
El corazón me latía desbocado, tenía la boca seca y empecé a llorar. ¡¡Joder!! Deseaba magrear a ese tío y eso era imperdonable.
El Z5 me adelantó y dejó que me acercase y entonces me indicó con la intermitencia que giraba a la derecha. Puse mi intermitente y decidí rendirme. Fue como la muerte. Toda la vida se me paso por la vista mientras era incapaz de controlar la erección, brutal y golosa.
El BMW giró a la derecha…, todo estaba perdido y en el último momento, “algo” me impidió mover el volante y seguí mi camino.
Aparqué a la derecha y me derrumbé sobre el volante hipando de llanto. Me faltaba el aire, me iba a morir y en ese momento alguien me golpeó el cristal de la ventanilla. Del sobresalto por poco no me paso al asiento del acompañante. “Era él”
Un muchacho de uniforme me indicaba, que o ponía el ticket de la zona azul o me iba o me multaba. Pulsé el botón de la ventanilla y secándome las lagrimas, le dije que acababa de morírseme alguien. Yo, pensé para mí.

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