Abrió los ojos y se encontró en un lugar oscuro y estrecho. Tocó a su alrededor y estaba suave. Las sabanas de su cama no eran de seda por lo que le extrañó ese tacto.
Llamó a su mujer pero no le escuchaba al parecer. Intento levantarse y se dio un golpe en la cabeza. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. No podía ser. Aquello tenía todo el aspecto de ser lo que era, pero “NO PODÍA SER”, y lo gritó con todas sus fuerzas. Al final se rindió a la evidencia. Era un ataúd y le habían enterrado. Pero no…, esto no era más que una broma de sus compañeros de partida de póker que se la habían jugado una vez más. “YA ESTÁ BIEN DE COÑA, LA BROMITA YA ME HA HECHO CAGARME DE MIEDO AHORA ABRIR LA CAJA, JODER” pero nadie atendía su requisitoria. “Abrirme por favor, abrir la caja ya” empezó a lloriquear de miedo y de rabia al tiempo que el corazón comenzaba a acelerarse y a sentir como que le daba saltos, mientras se olía sus propias heces.
Tan rápido se ponía el corazón y el espacio era tan pequeño que empezó a tener dificultades para respirar, empezó a transpirar fuertemente hasta que se encontró bañado en sudor. Llegó un momento en que el corazón le dio como dos saltos fuertes y se detuvo. Dejó de respirar.
El equipo de sanitarios daban masaje y masaje aplicando cardioversión a la máxima potencia sin que el corazón se pusiese en marcha, hasta que el jefe del equipo ordenó “Hora de la muerte”.
El equipo de sanitarios daban masaje y masaje aplicando cardioversión a la máxima potencia sin que el corazón se pusiese en marcha, hasta que el jefe del equipo ordenó “Hora de la muerte”.
“¿Pero qué ha pasado?” Preguntaba desesperada su mujer. “Estaba dormido tan tranquilo y empezó a agitarse como el que se encuentra encajonado hasta que se detuvo del todo y dejó de respirar”.
“No sé señora, un mal sueño quizá”
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