UN CHINO Y UN BOCATA CALAMALES.
Nos conocimos en Madrid una tarde de abril comiendo un bocata calamares en la Plaza Mayor (Obligatorio probar esos bocatas). Era chino y andaba por los treinta, y yo…..yo andaba por allí.
Fotografió hasta las amígdalas del camarero, eso si, todo con una sonrisa y dando las glacias, mientras el camarero lo miraba con cara de ….–Las que usted me hace.
Esta atracción mía por lo oriental me viene desde que hice aquel cursillo acelerado de chino.Me decidí a entrarle y le pregunté lo típico en estos casos, que tal tiempo hacía por China, a lo que el me contestó…-¡Buena talde! Tardé en pillarlo, y es que eran las cinco y el solano pegaba que no veas. El caso es que una cosa llevó a la otra y quedamos en vernos todos los días en aquel estupendo lugar. Yo le iba enseñando los rinconcitos típicos de esta Babel maravillosa y el me seguía incansable y con una sonrisa….donde yo lo quería llevar.
Y así todas las tardes durante dos semanas, hasta aquel fatídico día que decidí quedar por la mañana temprano. Desde el principio algo no marchaba, y es que eso de cambiar bocata de calamares por churros como que no le sentó muy bien a mi Confucio, así era como yo lo llamaba cariñosamente, su nombre era Achilipú. Iba un poco atrancaillo, se le veía descompuesto y decidí comprarle un pay pay, solo decía….-¡Que calo!, ¡Que calo! así que por aquello de la “r” que aprendí en aquel cursillo “acelerado”, supuse que le parecía caro y no lo compré, que me iba yo a imaginar que este antes de Madrid había pasado por Córdoba.
Me decidí enseñarle más cositas y nos fuimos andando por la calle Bailén, que sudores el pobre. Al pasar por el viaducto me mosqueó un poco, tanto,que cuando iba a echar una foto lo agarré de la trincha del pantalón haciendo palanca, no sea que sin querer ….pues eso, que no se le veía buena cara. Al llegar a la Almudena, noté que mi Confucio no daba ya tanto las glacias y cuando llegamos al Palacio Real no paraba de decir…-¡Alocinante!, ¡Alocinante!, y claro, otra vez a traducir, así que me imaginé que quería ir a Plaza España a ver el monumento a Cervantes, y como quedaba cerca, allí que me lo llevé, En cuanto llegamos y lo vio no paraba de decir….-¡El coloquio de los pelos!, ¡El coloquio de los pelos! Y yo que andaba ya muy sobrá con “el chino”, me olvidé del cursillo acelerado y de la “r” de marras y no se me ocurrió otra cosa que mandarlo a una peluquería.En ese justo momento algo se rompió entre Achilipú y yo, se quedó mirándome fijamente y en un perfecto castellano, me espetó un….-¡Que te follen!. No, no podía ser, el era chino, así que me puse a traducir, mientras lo veía como se alejaba con paso ligero y llegué la conclusión de que quería que me forrasen la guía turística que habíamos comprado un rato antes, así que me fui a hacer el recado y cuando regresé, ni rastro.
Jamás volví a saber de el, todavía cada vez que voy por allí pregunto en las peluquerías de la zona si han visto un chino de nombre Achilipú con una cámara de fotos colgada al cuello, me miran raro.
Proverbio chino que me acabo de inventar: La delgada línea que separa un bocata de calamares de unos churros se encuentra en un chino.
KATANGA LUMUMBA PUMBA.
Pues me importan un huevo el chino, los churros, los calamares, la maquina de fotos, la Almudena, la calle Bailén y el Viaducto, la verdad.Y si tenia calor o frío o venia de Córdoba o de la Pampa Argentina.Mas claro, no lo puedo decir.
Yo, ese mismo día, conocí a un negrazo con una polla de 30 cm. de largo, amén de gorda, eso si que es conocer a alguien que merezca la pena, digo el pene.Estaba en la plaza mayor, en tapa rabos (ejem) y tenia frio por comparación con la temperatura de su África natal. Se estaba zampando un cocidito madrileño, que nada mas de verle te daban sofocos. Le tape amorosamente con un chal que llevaba en mi capazo y ya, no me dejó marchar.Entendernos, pues no, con palabras, pues no. Pero con gestos, con gestos chi, el se agarraba el cipote y me señalaba mi potorro y decía jijijiijjjijijiijiijijijiji y yo contestaba... jo.
Total, atardeciendo, nos vamos al retiro.Total, anocheciendo, caté sur le herve un cacho tubería, que ni la del Viaducto de Petronor. 7 veces, lo juro, nos hicieron hasta corrillo y aplaudían y hacían apuestas.Me marché andando como si fuese a caballo y le regalé la cámara de fotos de mi marido. Allí quedó con una fila impresionante de féminas variopintas, esperando su turno.
He omitido decir que soy china, mi novio también es chino.La última vez que le vi estaba diciendo tonterías a una española. Habíamos quedado en la puerta de una peluquería para volver a china. Al doblar la esquina, le he visto a lo lejos, llevaba un bocadillo de calamares en la mano y en la otra churros, al atisbar los churritos, me he acordado de la minga del portador de los churros. Me he dado media vuelta, me he ido al aeropuerto y he cambiado el destino de mi billete. Me piro a África, y me voy vivir a una granja, a tomar por culo Confucio y el Achilipú.
Proverbio que me acabo de inventar: La línea que separa un chino esmirriau de un negrazo en su apogeo, no es nada delgada.
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